¿Por qué ante el racismo también nos “lavamos las manos”? | Arón Milkar Bañay
Arón Milkar Bañay | El día 21 de marzo de 1966 la Asamblea General de Naciones Unidas estableció esta fecha para conmemorar, como un llamado a la reflexión, la trágica represión y asesinato de 69 personas en Shaperville, Sudáfrica, que manifestaban pacíficamente contra las leyes del apartheid en 1960, a manos de la policía sudafricana. El escritor uruguayo Eduardo Galeano (1940-2015), en Ser como ellos y otros artículos, define al apartheid así: “Sistema original de África del Sur, destinado a evitar que los negros invadan su propio país. El Nuevo Orden lo aplica, democráticamente, contra todos los pobres del mundo, sea cual fuere su color”.
En estos tiempos de endemias y pandemias (la historia relativamente reciente de la humanidad da cuenta de varias), tiempos éstos de sobre información e irresponsable desinformación, nos han vuelto a enseñar a lavarnos las manos. Lo hacemos, por necesidad y urgencia, para protegernos y proteger a los demás. Pero ante el racismo que horada la diversidad constitutiva de nuestras sociedades, no hubo necesidad de reaprender a lavarnos las manos. Este flagelo actúa silenciosamente, de forma solapada, y en ocasiones explícita y abiertamente. Corroe mediante un tipo de discriminación que jerarquiza a las personas por su condición étnica, su color de piel o su posición socioeconómica, afectando en América Latina especialmente a las personas de pueblos indígenas y afrodescendientes. Esta detestable clasificación se refleja no solo en los prejuicios y descalificaciones, sino también en la exclusión y ‘ninguneo’ de las historias, lenguas y conocimientos de esos pueblos de la conversación cotidiana (cuando no hecha de adjetivaciones ofensivas), como también de los planes de estudio de todos los niveles del sistema educativo. También lo hacen en la escasa participación de personas de pueblos originarios y afrodescendientes entre el estudiantado, docentes, autoridades y funcionarios. Estos problemas no afectan tan solo a las personas y los pueblos indígenas y afrodescendientes. A pesar de ello, reciben escasa atención por parte de las instituciones públicas, los medios de comunicación y las Instituciones de Educación Superior (IES).
Como afirma el investigador del CONICET, Daniel Mato (Universidad Nacional de Tres de Febrero-UNTREF): “son numerosos los instrumentos internacionales en vigor, las constituciones nacionales y leyes de buena parte de los países de la región que establecen derechos colectivos para estos pueblos e individuales para quienes forman parte de ellos, pero en la práctica éstos no se cumplen”. Por su parte, la docente emérita Ana María Gorosito Kramer (Universidad Nacional de Misiones – UNaM), referente innegable y activa colaboradora del pueblo mbya guaraní, sostiene que esas normas constituyen “la retórica políticamente correcta del Estado”. En nuestra región, caracterizada por las olas migratorias provenientes de Europa y el mestizaje, la diversidad no es abiertamente negada, aunque en algunas escuelas primarias por ejemplo, llega a constituir “un problema” a la hora de enseñarse como temática ¿Por qué continúa siéndolo?, ¿por qué se sigue enseñando a “lavarse las manos” frente al racismo?
La experiencia de la Educación Intercultural Bilingüe (EIB) cuenta con más de quince años en la provincia de Misiones, el primer equipo técnico se estableció en 2004. A escala nacional fue establecida porla Ley de Educación Nacional N° 26.206 sancionada en 2006, que incorporó a la Modalidad de Educación Intercultural Bilingüe dentro de la estructura del sistema educativo nacional. Sin embargo, todavía se la piensa como exclusiva para las comunidades mbya guaraní y para la zona fronteriza sobre el margen del río Uruguay, donde es notoria la influencia del portugués brasileño en la cotidianeidad de la población. ¿Por qué aun persiste la resistencia a enseñar y aprender el guaraní del Paraguay en los márgenes del Paraná? En 2018, el Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (ENDEPA) elaboró un crítico Informe para la Incidencia Pública titulado “A Medias Tintas” donde se observa el estado de la Educación Intercultural Bilingüe en la Argentina y realiza recomendaciones y aportes para las autoridades que toman decisiones en su implementación, siendo de acceso abierto en la web.
Esta modalidad educativa o alguna alternativa que contemple a los pueblos indígenas y afrodescendientes (como se recomienda desde diversos organismos internacionales) se encuentra ausente en el nivel superior, como también la formación de docentes EIB para todos los niveles educativos, con algunas excepciones de profesorados en algunas provincias, como Chaco o Salta, y en otras ocasiones algunas adecuaciones como la validación de la figura de las y los Auxiliares Docentes Indígenas (ADI). Esta situación deja en evidencia el retraso respecto de los niveles básico y medio, con una Ley de Educación Superior (LES) N° 24.521, de 1995 aún en vigencia -con algunas modificaciones, la más reciente a fines de 2015- que merece ya una revisión y por qué no una reformulación.
En este sentido, para el estudiante avanzado de la Licenciatura en Trabajo Social (FHyCS-UNaM), Martín González (mbya guaraní) “la interculturalidad es algo que permite visualizar también el racismo, no solo en la universidad sino en todos los estamentos del estado. Cuando se habla y hace poco sobre las políticas interculturales es claro que hay prejuicios y discriminación (…) la universidad puede generar facilidad para el ingreso universal -a la clase típica media baja-, pero para nosotros es una deuda, una política de participación con nuestro pueblo, sino seguirá siendo una política de asimilación y desconocimiento”.
Las Universidades y otras IES juegan un papel significativo en la formación no solo de profesionales en diversas áreas, sino como señala Daniel Mato, director de la cátedra UNESCO “Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina” de la UNTREF, en formar a docentes de los restantes niveles educativos, dirigentes sociales, funcionarios públicos, legisladores y, en definitiva, a quienes toman decisiones a fin de erradicar de manera efectiva al racismo que afecta a nuestras sociedades.
En los últimos tiempos a esta parte, algunos ejemplos muy evidentes han quedado sumamente expuestos. Por citar algunos, en marzo de 2018, fue brutalmente asesinada en Brasil la concejala del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), Marielle Franco, un crimen político y de odio, hacia todo lo que representaba por ser mujer, feminista, bisexual, negra, favelada, socialista y activista de derechos humanos. Si en nuestro país, algunos altos funcionarios estatales han proclamado públicamente frases repetidas a lo largo de la historia nacional como que “los argentinos descendemos de los barcos”, qué decir del controvertido actual mandatario brasileño, para el cual “el racismo es una cosa rara” y que dijo que “en 1978 salvó a un negro de ahogarse en un lago” aduciendo que si él fuera racista se habría quedado de “brazos cruzados”; o a principios de este año afirmara que “Cada vez más el indio es un ser humano igual a nosotros”, declaraciones que pueden encontrarse en periódicos digitales de amplia circulación.
Por otra parte, un caso de “racismo judicial” puede ser el de la joven mbya Miryam Bogado, de 19 años, detenida desde febrero a septiembre de 2019, acusada por el poder judicial de la provincia de Misiones de un hecho doloso (la muerte de su hija de 4 meses que había nacido con serias complicaciones de salud) negándole la participación de intérpretes y desconociendo todo derecho consuetudinario. En periódicos digitales locales, y en redes sociales, los comentarios de nuestros comprovincianos hacia el pueblo mbya asombran e indignan.
Otro hecho en la región, con abiertas connotaciones racistas, fue el confuso y discutible proceso eleccionario en Bolivia a fines de octubre de 2019, que derivó en un golpe de Estado, tras una sucesión de presiones nacionales e internacionales a su mandatario, de origen aymara, Evo Morales Ayma. A través de la televisión y los periódicos pudo observarse que miembros de las fuerzas armadas bolivianas se arrancaban el distintivo que representa a la Whipala de sus uniformes, cuando esta bandera fue adoptada y reconocida como símbolo en su Constitución del año 2008, donde se reconoce como un Estado Plurinacional.
Ya iniciado el presente año 2020, en enero, se celebró en la localidad misionera de Corpus Christi la “comilona” de San Baltazar, una fiesta con más de cien años, vinculada a la comunidad afrodescendiente misionera, sin embargo, con muy escaso reconocimiento a nivel regional, apenas con promoción y apoyo municipal y de poca circulación en los medios de comunicación.
En el campo de la salud y los pueblos indígenas, hace años que abundan los ejemplos de discriminación racista por parte de profesionales de la salud formados en universidades públicas nacionales y en menor medida en instituciones privadas, donde se desestima su abordaje por parte de estos pueblos como “medicina folclórica” o situaciones de tipo anecdótico. Qué decir del reciente caso de un médico en la provincia de Salta en que afirmaba abiertamente que asesina indígenas wichí y “nadie sabe, nadie se da cuenta porque él ‘es doctor’”.
A estos, podemos agregar el caso de asesinato del joven Fernando Báez Sosa, cuya familia es de origen paraguayo, en la localidad de Villa Gesell, por un grupo de jóvenes que le propinaron tremenda paliza bajo el mote clasista y racistade “negro de mierda”, tan frecuentemente escuchado a lo largo de nuestro país. O el testimonio expresado a fines de febrero por una mujer paraguaya residente en Juan José Castelli, Chaco: “Siempre me trataron de paraguaya de m… sólo por hablar guaraní”. Finalmente, la directa vinculación a las personas de origen asiático con la pandemia actualmente en auge, mencionada por algunos periódicos nacionales, citando a un importante líder del hemisferio norte como “gripe china”.
“En este sentido, investigadores, docentes y estudiantes, de comunidades indígenas y no indígenas, señalan con énfasis la recomendación de la Conferencia Regional de Educación Superior realizada en Córdoba (CRES 2018) de que “las políticas y las IES deben contribuir proactivamente a desmontar todos los mecanismos generadores de racismo y deben educar a la población en general, y particularmente a sus comunidades, contra el racismo y todas las formas de discriminación”.
Siguiendo tales recomendaciones, en junio de 2018 la cátedra UNESCO “Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina” de la UNTREF lanzó la “Iniciativa para la Erradicación del Racismo en la Educación Superior” con un portal accesible con contenidos educativos en la web. Su director, el Dr. Daniel Mato informa que en breve plazo se logró “la adhesión de los rectores de más de veinte universidades de nueve países latinoamericanos, quienes actualmente conforman su Consejo Asesor, como también de un número semejante de centros de investigación, carreras y cátedras que se han incorporado a su ‘Coalición inter-institucional para la Erradicación del Racismo en la Educación Superior’ y de más de sesenta colegas de diez países latinoamericanos que ya se han incorporado a su ‘Red de Colaboradores’”. La puesta en marcha de esta Iniciativa constituye un paso promisorio. Por lo pronto ya ha logrado que todas las universidades participantes en las mismas e incluso algunas más estén organizando foros, mesas redondas y otros tipos de actos para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la discriminación Racial y promover reflexiones y debates sobre el tema que, junto con la realización de talleres en Internet y campañas comunicacionales contribuyan a dinamizar las transformaciones institucionales recomendadas por la CRES 2018.
Contacto: aronmilkar87@gmail.com
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