¿Cómo afectará el COVID-19 a la movilidad académica internacional?
Por José Antonio Quinteiro Goris | Múltiples veces las pandemias han azotado al mundo interrumpiendo las actividades económicas y sociales de millones de personas, alterando con distintos grados de afectación la cultura y las instituciones de las sociedades en las que se propagan. La universidad es una de esas instituciones que las pandemias han afectado de manera significativa, y en una forma que en los actuales momentos no acreditamos en su justa medida.
Invocar analogías históricas no implica que el COVID-19 vaya a afectar la trayectoria futura de las universidades de la misma manera que lo hizo la Peste Negra (siglo XIV) o la Viruela (siglo XIX), principalmente porque vivimos un tiempo histórico signado por conquistas científicas de todo orden. Sin embargo escudriñar en la historia permite descubrir acciones y reacciones en torno a la educación superior después de una gran crisis sanitaria y económica como la que estamos atravesando.
Valga entonces recordar que 5 de las 30 universidades que existían antes de la Peste Negra desaparecieron a finales de la década de 1350 debido a la escasa o nula matriculación. Sin embargo, las muertes también supusieron renovar el suministro de los cuadros clericales perdidos por la pandemia lo que, aunado a un aumento significativo de las donaciones, hizo que colegios como el Trinity Hall en Oxford y el Corpus Christi College en Cambridge deban su existencia. Igualmente las donaciones, anteriormente solo dirigidas directamente a los pobres y necesitados, se institucionalizaron.
El caso de la viruela, enfermedad que cegaba la vida de una persona entre cada diez, está ligada al desarrollo de la primera vacuna. El trabajo empírico de Edward Jenner (Universidad de Oxford, 1796) demostró la validez de los conocimientos derivados de la experiencia y la observación que hoy constituyen fundamentos del método científico. Desde entonces el hecho de que las pandemias expongan nuestras debilidades hace que la gente se refugie en la Ciencia que, en definitiva, es la raison d’être de las universidades.
No cabe duda de que la universidad saldrá fortalecida de esta crisis igual que lo hizo en el pasado. Sin embargo los cambios serán profundos porque el COVID-19 no detendrá la revolución digital -que ya impactaba fuertemente en la universidad- sino que la va a potenciar. La aceleración en el tránsito de una economía analógica a una digital redundará en los grandes capítulos de la producción y el consumo, de los que los servicios educativos hacen parte.
El impacto será especialmente traumático para los países que han internacionalizado su educación superior -la mitad de los estudiantes internacionales se trasladan a Estados Unidos de América, Canadá, Reino Unido, Nueva Zelandia y Australia-, tanto así que se prevé surgirán otros destinos que ya venían conquistando posiciones por arrebatar esa primacía, principalmente Malasia y Corea del Sur, y que verán favorecidos su atractivo por la baja tasa de prevalencia de la enfermedad en sus territorios.
Esta competencia internacional por captar los flujos de movilidad académica internacional se entiende, en parte pues existen otras razones concomitantes, por la ingente cantidad de dinero que aporta a los países receptores. Tan solo el contingente de estudiantes chinos representa 20% de los ingresos de las universidades australianas, mientras que para los Estados Unidos de América constituye el cuarto renglón exportador en importancia, solo por detrás de su industria automovilística, aer
Aun considerando estas aportaciones a las economías nacionales, el Primer Ministro australiano Scott Morrison señaló que era hora de que los estudiantes internacionales volvieran a casa (‘time to go home’), declaración que sin duda pesará en la captación de prospectivos estudiantes internacionales. A esto se añade que el gobierno en funciones les ha negado el derecho a unos 20.000 de dólares en subsidios laborales y otros auxilios a disposición exclusiva de los ciudadanos australianos.
Estados Unidos de América decretó la ley CARES (Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por Coronavirus) como paquete de estímulos para hacer frente a la pandemia. Este auxilio financiero reserva US$ 14.000 para el sector de la educación superior –e incluye un apartado para sus estudiantes internacionales- que ya fue tildado de “insuficiente” por el Consejo Americano de Educación.
Reino Unido, previendo una caída del 47% de estudiantes extranjeros para el próximo año académico, a contracorriente de los Estados Unidos y Australia, registra voces que sugieren agregar pluses de valor añadido (visas de trabajo de cuatro años una vez finalicen los estudios, facilidades para la obtención de la ciudadanía británica, etc.) a la oferta académica nacional con miras a mitigar ese caída (Times Higher Education, April 25, 2020).
Sin duda, las futuras tasas de matriculación de estudiantes internacionales dependerán de las medidas y políticas que adopten los gobiernos de los países receptores en un futuro próximo. ¿Habrá restricciones de viaje para los estudiantes internacionales? ¿Desmejorarán las determinantes que condicionan la movilidad internacional? Todo parece indicar que en el corto plazo será así:
- Restricciones en la concesión de visados a favor de aquellos nacionales provenientes de países que acusen altas tasas de prevalencia de la enfermedad;
- Secuelas psicoemocionales que aminoran el atractivo de continuar la movilidad internacional interrumpida o de emprender una nueva experiencia de similar naturaleza;
- Astringencia financiera global que mermará fondos públicos y privados a favor de la movilidad internacional.
- Incremento del 54% en el coste de billetes aéreos de implementarse el distanciamiento social en el transporte aéreo de pasajeros (IATA, 6 de mayo);
- Incremento de la oferta de la educación virtual transfronteriza.
La restricción de visados será una importante barrera a la movilidad académica internacional. Las barreras sanitarias para evitar la propagación del Coronavirus serán difíciles de traspasar para nacionales que acrediten procedencia desde países con alta prevalencia de infección, muy particularmente desde los epicentros del contagio (Wuhan, Norte de Lombardía, Madrid, New York y otros). En este tenor encontramos que la próxima cita disponible para solicitar una visa de estudiante en Beijing es el 29 de noviembre de 2020, aunque por supuesto no se aducen razones sanitarias para tal aplazamiento (The PIE News, 24 de marzo de 2020).
La permanencia forzada en sus países de acogida también provocó un quiebre interno con afectación en la seguridad psicológica de muchos estudiantes, razón por la cual habrá algunos que claudiquen en su interés por proseguir estudios en el extranjero, independientemente que se encuentren dentro fuera o dentro de él. Como ejemplo ilustrativo de esto tenemos a los aproximadamente 5.000 estudiantes africanos que se encontraban en Wuhan, China, al momento de la irrupción de la pandemia y a quienes se les prohibió la salida de la ciudad. A pesar de su desesperación y de haber contactado a sus respectivas autoridades consulares, el Gobierno chino exhortó a estas representaciones diplomáticas a negarse a prestar tal auxilio.
Los confinamientos domiciliarios que en líneas generales fueron decretados alrededor del mundo paralizaron la actividad económica global. Con distintos grados de afectación, España -destino de preferencia del programa europeo de movilidad ERASMUS Plus- prevé una caída de su economía en torno al 12,8% para el 2020. Para América Latina y el Caribe, la caída se prevé en torno al 5,3% (CEPAL, 21 de abril de 2020) empujando a la pobreza a 29 millones de personas.
Por su parte, el distanciamiento social en las cabinas de los aviones supondrá un incremento en los billetes aéreos en torno al 54% de no aprobarse el pasaporte biológico sugerido por la IATA; este último, aún sin detalles conocidos, genera gran preocupación por su inocultable tinte discriminatorio. De igual forma, voces expertas auguran la desaparición de los llamados vuelos low cost que, con poca incidencia en América Latina y el Caribe, suponían el 57% y 39% del tráfico aéreo en Asia y Europa, respectivamente (2017).
Por último, la educación superior transfronteriza podría verse fuertemente fortalecida y restar atractivo a la movilidad tradicional al permitir que los estudiantes tengan la oportunidad de cursar asignaturas a distancia, con la certeza que los créditos cursados serán reconocidos por las instituciones de educación superior de origen. Iniciativas en este sentido la constituyen el Espacio de Movilidad Virtual en la Educación Superior (eMOVIES,) bajo el liderato de la Organización Universitaria Interamericana, y el programa NetACTIVE del Erasmus Mundus. Este último busca facilitar la movilidad virtual entre América Latina y la Unión Europea, y cuenta con el apoyo de la Asociación Iberoamericana de Educación Superior a Distancia (AIESAD) y la Asociación Europea de Universidades a Distancia (EADTU).
Este modelo de movilidad virtual se define como “el uso de las TICs para obtener el mismo beneficio que un estudiante de movilidad física, sin necesidad de viajar”. Sin embargo, este novedoso concepto de “movilidad sin desplazamiento físico” luce confuso cuando se le contrasta con el e-learning o el mobile-learning, aun cuando los créditos por los cursos o las asignaturas cursadas baj
Conviene señalar que la movilidad virtual es un concepto emergente cuyas características de aplicación se han fraguado en Europa en el marco del Espacio Europeo de Educación Superior y, sin demérito del potencial que ofrece, pudiera aun necesitar de trayectorias más consolidadas para encontrar reconocimiento en las legislaciones de los países latinoamericanos y caribeños, así como también en el Nuevo Convenio Regional para el Reconocimiento de Estudios, Títulos y Diplomas en América Latina y el Caribe (2019).
Ya para ir concluyendo, podemos decir que mientras las universidades volvieron su mirada a la virtualidad para asegurar la continuidad del proceso enseñanza-aprendizaje, con los tropiezos que supuso [y aún supone] para aquellas instituciones que acusaban un bajo nivel de virtualización, la movilidad académica no encuentra la misma correspondencia de cambio en las arenas de la virtualidad. En consecuencia, la movilidad académica internacional se encontrará francamente postrada hasta tanto las universidades no reinicien (en parte o de manera plena) las actividades presenciales, y las condicionantes de la movilidad física no ofrezcan la porosidad suficiente para permitir flujos significativos de movilidad académica internacional.
A esta conclusión igualmente se llega cuando proyectamos el futuro inmediato de la movilidad académica internacional en América Latina y el Caribe. Sin embargo, habría que añadir que,en los dos países con mayor movilidad estudiantil internacional, Argentina y Brasil, el primero como receptor y el segundo como exportador de estudiantes, afloran motivos de inquietud al incrementarse continuamente el número de infectados por el COVID-19 y no alcanzar aún el pico que marque el declive de la pandemia.
José Antonio Quinteiro, coordinador de programas del Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC).
Foto de Porapak Apichodilok en Pexels
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