Las bibliotecas universitarias ante la pandemia de covid-19: ¿mejor preparadas que la universidad que las alberga?
Por José Antonio Quinteiro Goris | El estado de alarma derivado de la pandemia de covid-19 supuso un trauma para el grueso de las universidades latinoamericanas y caribeñas, particularmente en lo atinente a la continuidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje.
A pesar de que la transformación digital es un proceso de evolución que nuestras universidades emprendieron hace al menos 20 años, las inercias propias de las instituciones, la preponderancia de la impartición de contenidos por sobre los métodos y la rigidez procedimental que las caracterizan, han hecho que no siempre las tecnologías de información y comunicación (TIC) hayan alcanzado en ellas su pleno potencial de uso.
A diferencia de la institución anfitriona que las alberga, las bibliotecas universitarias supieron apropiarse de esas tecnologías e iniciaron su transición a inicios de la década de los años 90, si bien empujadas, y hay que decirlo, por un mundo que por razones de costos y portabilidad transmutaba desde lo impreso a lo digital. En líneas generales podemos decir que las bibliotecas latinoamericanas dejaron atrás, entre 1998 y 2005, sus adquisiciones de publicaciones periódicas en papel, y comenzaron a hacerlo en digital, mediante suscripciones individuales o consorciadas.
A pesar de lo anterior, las bibliotecas universitarias de la región aún no alcanzan un estadio de desarrollo que permita tildarlas de bibliotecas digitales en puridad, encontrándose en promedio en algún punto más próximo a la configuración de una biblioteca híbrida que a la de una plenamente digitalizada. Cierto es también que las publicaciones periódicas que conforman sus dotaciones son adquiridas y puestas a disposición de los usuarios en formato electrónico, mientras que el libro electrónico –por razones de costos, pluridiversidad de formatos y poca disponibilidad de títulos en español– aún tiene una baja presencia en sus fondos documentales, particularmente en áreas de las Ciencias Sociales. No obstante, cada vez se destina un mayor porcentaje del total del presupuesto a la adquisición del libro electrónico.
En este tenor, y fuera de las adquisiciones realizadas en el circuito comercial, las bibliotecas universitarias procesan y custodian igualmente libros electrónicos que nacen dentro de la misma institución ya en formato digital (repositorios institucionales de acceso abierto), sin contraparte impresa, asegurando la custodia de la memoria viva de la universidad (tesis, materiales docentes, productos de la investigación, revistas institucionales, etc.), asunto de gran valía para la comunidad universitaria y para terceros que acceden a ellos de manera irrestricta y gratuita. La puesta a disposición de esta información científica y cultural, producida por la universidad como si se tratara de un bien público más, constituye una solución justa para rendir cuentas a la sociedad por la investigación financiada con fondos públicos.
De igual manera, y con salvadas excepciones, las bibliotecas universitarias latinoamericanas y caribeñas disponen desde hace mucho tiempo de sus catálogos –esa herramienta intermediaria entre los fondos documentales y los usuarios– totalmente en línea (OPAC), para así permitir identificar, localizar y consultar la disponibilidad en tiempo real de cualquier documento (libro, revista, video, etc.), su descarga, en caso de encontrarse digitalizado, y la tramitación de reservaciones y solicitudes de préstamo en línea.
Si bien es cierto que las acciones de las bibliotecas, incluyendo las universitarias, se centran tradicionalmente en el contacto presencial con las comunidades a las que sirven, igualmente verdadero es que las TIC permitieron trascender los límites físicos de sus espacios en cuanto a alcance, como también en cuanto a prestación remota de sus servicios, hecho que queda palpable en una encuesta (2020) aplicada en 326 bibliotecas pertenecientes a 131 universidades argentinas en tiempos de pandemia, con una tasa de respuesta del 39 %: así, 80 % del personal trabajó de manera remota sin mayores dificultades, logrando sostener el acceso al 90 % de sus bases de datos por parte de los alumnos; mientras tanto, solo 12 % aseguró que la pandemia trajo consigo intrascendentes modificaciones en sus tareas o rutinas de trabajo diario. Estas cifras no encuentran comparación con las dificultades registradas en el ámbito pedagógico, en donde los cambios sobrevenidos en el modelo educativo no cuentan todavía con la adecuación debida entre sus actores.
Merece, pues, un justo reconocimiento la manera como las bibliotecas universitarias incorporaron y aprovecharon las ventajas de la digitalización, y muy particularmente por el valiosísimo auxilio que prestan al proceso de enseñanza-aprendizaje en la actual enseñanza remota de emergencia, tal y como ya lo recoge la misma encuesta ut supra cuando señala que ahora existe “una vinculación mucho más estrecha entre docentes, investigadores y bibliotecarios” (34 % de los encuestados).
Foto de cottonbro en Pexels
NOTA: El 2021 fue declarado Año Iberoamericano de las Bibliotecas en la pasada XX Conferencia Iberoamericana de Ministras y Ministros de Cultura de Iberoamérica, realizada en 2019
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