La batalla por la inequidad debe empezar en la familia y en la educación preescolar | Campus: Suplemento sobre educación superior
Por Carlos Reyes | Si las instituciones de educación superior apuestan por la equidad educativa y construyen estrategias encaminadas a reducir las brechas entre los alumnos y los propios centros de estudio, podrán generar mejores oportunidades para los estudiantes más vulnerables.
Se trata, explica Francesc Pedró, director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (Unesco Iesalc), de atender a quienes enfrentan un mayor riesgo de abandono o de fracaso.
En entrevista con Campus, sostiene que quienes llegan a cursar los estudios superiores han tenido que sortear múltiples filtros y barreras que les impiden llegar en las mismas condiciones de oportunidad.
De diferentes puntos
Francesc Pedró, es desde 2019 director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (Unesco Iesalc).
Desde esta posición ha seguido de cerca la problemática de la educación superior en la región.
“El factor más importante que explica la desigualdad educativa es la extracción socioeconómica y cultural del alumno. Sabemos, gracias a la investigación empírica, que esa extracción, combinada con las características cognitivas y los rasgos de personalidad, explica aproximadamente la mitad en la varianza de los resultados escolares”, comenta.
“La otra mitad se debe a la dispar calidad de los procesos y entornos de aprendizaje. Desgraciadamente, es frecuente que los alumnos con unas condiciones de partida más difíciles se encuentren escolarizados en entornos más pobres desde el punto de vista educativo”, señala.
En ese sentido, considera Francesc Pedró, quien lideró el servicio de asesoramiento en políticas educativas y estudios comparativos internacionales en el sector de educación de la Unesco, los mecanismos de evaluación son una pieza fundamental.
“Los mecanismos de evaluación son piezas críticas para el diagnóstico y, cuando se aplican adecuadamente y tienen en cuenta la disparidad de contextos de partida, entonces arrojan mucha luz sobre las causas del éxito y del fracaso escolar.
“Pero si el diagnóstico no se acompaña de un curso de actuación, es decir, de una intervención educativa ajustada a las necesidades detectadas, entonces se queda en nada”, comenta.
Mayor compromiso de las IES
Al hablar de la manera en la que las instituciones de educación superior deben contribuir para reducir las brechas que fomentan la desigualdad educativa, apunta que estas se deben insertar en una dinámica que priorice el acceso a la educación.
En ese sentido, Francesc Pedró, quien trabajó en el Centro de Investigación e Innovación Educativas (CERI) de la OCDE, destaca que la Unesco ha trabajado durante muchos años en esa dirección.
“En la Unesco defendemos que el acceso a la educación superior es una declinación, sin más, del derecho a la educación, un bien público y social que debe estar al alcance de todas las personas”, apunta.
“La mayoría de los estudiantes que consiguen acceder a la educación superior han superado importantes filtros económicos, sociales y académicos”, dice.
Afortunadamente, agrega Francesc Pedró, “cada vez disponemos de importantes políticas compensatorias y que apuestan por mejorar las tasas de participación de los grupos vulnerables.
“Estas políticas van desde la financiación directa de los estudiantes, a través de becas y créditos, hasta canales específicos para el acceso a la educación superior que pueden llegar hasta el establecimiento de cuotas para grupos indebidamente infrarrepresentados en las aulas”, explica.
“A este énfasis en el acceso hay que añadirle otro esfuerzo importante de acompañamiento de los estudiantes más vulnerables para lograr que sus tasas de éxito sean equivalentes a las de los demás, y no más bajas.
“Estas políticas actúan sobre los supervivientes, es decir, aquellos jóvenes que, a pesar de contar con desventajas notables que actúan como un lastre, han conseguido llegar a las puertas de la educación superior”.
Por ello, enfatiza que “la batalla por la inequidad debería empezar, cuanto antes mejor, en las familias y en la educación preescolar, porque es allí donde se construyen las barreras o, por el contrario, se generan las oportunidades para el éxito educativo”.
Trayectorias marcadas
Sobre la forma en la que se reflejan las diferencias educativas de esta desigualdad en los jóvenes que ingresan al nivel superior, Francesc Pedró, quien fue vicerrector de investigación educativa e innovación de la Universitat Oberta de Catalunya, en Barcelona, apunta que esta diferencia es muy marcada.
“Más allá del acceso, el reflejo de las desigualdades es notorio en las distintas condiciones con las que los estudiantes se enfrentan a los procesos educativos”, dice.
“Como se ha visto claramente durante la pandemia, los estudiantes más vulnerables no solo tienen peor equipamiento y conectividad, sino también mayores dificultades para compaginar las condiciones de su entorno social y económico con las exigencias del trabajo académico.
“Algunos estudiantes han tenido que dejar de lado el esfuerzo académico para centrarse en contribuir al sustento familiar en un contexto de crisis económica o, en el caso de multitud de chicas, se han visto capturadas por estructuras patriarcales arcaicas que las han relegado a un segundo plano”, señala.
En el mejor de los casos, añade Francesc Pedró, “los estudiantes vulnerables han tenido que pujar por encontrar un adecuado espacio para el estudio en el hogar”.
“Sabemos que los estudiantes con mayores dificultades muestran, igualmente como fruto de una deficiente escolarización, mayores problemas de auto-regulación del aprendizaje.
“Por último, también son los estudiantes más vulnerables los que más han sufrido de problemáticas socioemocionales” ahonda el funcionario.
En este escenario, Francesc Pedró enfatiza que las becas son una herramienta eficaz para alcanzar una mayor equidad, pero no se trata de la única alternativa.
“Para empezar, tienen que haber sido diseñadas correctamente para evitar problemas como los de la deuda estudiantil que, en algunos países, parece ya imposible de pagar.
“En este sentido, hay que pensar en fórmulas que premien la relación de las ayudas financieras con los ingresos futuros. Pero junto con los mecanismos financieros, las instituciones de educación superior que apuestan por la equidad generan igualmente más y mejores oportunidades para los estudiantes más vulnerables y, por consiguiente, con mayor riesgo de abandono o de fracaso”, señala.
Para Francesc Pedró, estas oportunidades incluyen desde la tutorización hasta los cursos de acompañamiento o de aceleración.
Esto, “sin olvidar la creación de comunidades de aprendizaje en las que los propios estudiantes se ayudan entre sí.
“La evidencia demuestra que para conseguir el éxito educativo de todos los estudiantes es imprescindible prestar mayor atención, y recursos, a quienes se enfrentan a mayores riesgos.
“Pero también es muy importante desarrollar herramientas que no estigmaticen a los estudiantes, sino que actúen como verdaderas palancas de desarrollo individual”, finaliza.
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